Muchas investigaciones nos llevan todavía más atrás, al embarazo. La idea general es que, gracias al establecimiento de un vínculo, que los expertos llaman materno-fetal y que catalogan como unidireccional (de la madre hacia el feto), nace la conexión de la madre con su bebé y ella lo manifiesta de diferentes maneras. Según Doan y Zimerman (2003), estas manifestaciones se dan a través de sentimientos, emociones, actitudes, ideas y pensamientos, que le permiten desarrollar habilidades propias de su función materna como la protección y la búsqueda de contacto, que siguen manifestándose después del nacimiento. (Roncallo et al, 2015).
Estas actitudes y comportamientos de la madre durante el embarazo, ayudan, según los investigadores, a predecir la calidad del vínculo que se manifiesta después del nacimiento. Es decir, ellos consideran que es igual antes y después del parto, lo que les ayuda a concluir que la construcción del vínculo entre una madre y su bebé empieza en el embarazo.
La definición oficial del vínculo materno-fetal, nos la da Condon y colaboradores en 1997, como “el lazo emocional que normalmente se desarrolla entre una mujer embarazada y su hijo no nacido” (Roncallo et al, 2015). Hoy día la tecnología existente como los ultrasonidos de alta definición, entre otros, ayudan a las madres y los padres con la formación del vínculo.