Cuando un adulto decide asumir el rol de criar y educar a otros, o la vida se lo impone, recibimos una responsabilidad inmensa, educar el futuro de nuestra sociedad.
Veamos herramientas que nos ayudarán en la crianza de niños obedientes; solo que aquí vamos a hablar de obediencia como resultado del análisis, evaluación y sopeso de opciones, de decisiones informadas respecto a lo que para el niño/a es correcto hacer en la situación.
El estilo de comunicación positiva es una herramienta en este proceso. ¿Qué características tiene este estilo de comunicación?
- Es sincera, es decir se basa en la verdad
- Escuchamos, es decir, hacemos silencio para escuchar con atención lo que nuestros hijos nos están diciendo
- Lo que no nos convence lo cuestionamos con respeto y sin juicios o ataques a sus opiniones diferentes a las nuestras
- Valoramos lo que ellos comparten con nosotros, puede que sean pequeños, pero ¿no hemos escuchado más de un comentario muy sabio dicho por ellos?
- Aceptamos con orgullo cuando ellos tienen razón, le damos crédito y valor
- Justificamos con razones de peso cuando no opinamos como ellos
- Y al final, si la respuesta sigue siendo opuesta a lo que ellos esperan, damos la norma en voz calmada y segura.
Si este proceso se ha dado con todas estas características, de seguro que nos sentimos tan confiados en estar siendo justos con la decisión, que no cambiaremos de opinión y nuestra actitud será tan segura que ni ellos insistirán más de la cuenta. Eso sí, esperen que insistan, eso va a pasar.
Si la comunicación es positiva, definitivamente nuestro estilo de disciplina lo será también. Fuera de las características de la comunicación positiva, la disciplina positiva se basa en la confianza, la lógica, la actitud de respeto, el realismo, la justicia y la calma.
Cuando nuestro enfoque se guía por estos preceptos, establecer normas disciplinarias es un proceso inclusivo, es decir, ellos, nuestros hijos, hacen parte del equipo que establece las normas. No hay nada más efectivo que las reglas impuestas en equipo, teniendo en cuenta sus opiniones y sus ideas. Al final, somos los padres quienes decimos la última palabra pero ésta tiene más poder y será más acatada cuando los hemos tenido en cuenta.
El tipo de vínculo afectivo que tengamos con nuestros hijos definirá muchas cosas, el nivel de confianza, la sensación de seguridad en nosotros, en ellos y en el mundo, el nivel de protección percibido, la fe en la vida, la capacidad de sobrellevar obstáculos, la resiliencia y más.
El vínculo seguro se construye desde el principio, respondiendo a sus necesidades inmediatamente cuando son bebés, con cercanía física, observando y poniendo atención a los rasgos de temperamento, carácter y personalidad en desarrollo, aprendiendo a responder a esos rasgos con amor y paciencia, entre otras cosas.
La identidad de una persona se empieza a formar desde la gestación y hay muchos factores que intervienen. Entonces, tomarnos el tiempo para conocer profundamente quien es cada uno de nuestros hijos, estar conscientes que la personalidad es cambiante y se va ajustando de acuerdo con las experiencias de la vida, nos compromete a poner atención y a conocer y reconocer a nuestros hijos en cada etapa de sus vidas. El hijo bebé, no es el mismo en la adolescencia. Tiene rasgos de temperamento que lo acompañaran toda su vida, pero se van modificando las expresiones de éste de acuerdo con las experiencias de vida. Entonces, les pregunto, ¿conocen bien a sus hijos?
Mantenemos un vínculo seguro cuando les damos espacio, es decir confiamos que van aprendiendo a tomar decisiones en sus vidas sin nosotros presentes en cada paso del camino que recorren al crecer, pero observamos de cerca, y estamos listos para intervenir si es necesario, o si ellos nos lo piden. Nos convertimos en esa presencia permanente que acompaña con respeto e interviene solamente cuando es necesario porque confía. ¿En que confía? En ellos. Si confiamos en ellos quiere decir que confiamos en nosotros, en el trabajo que hemos hecho o que estamos haciendo con nuestros hijos.
Cuando los hijos van creciendo y están más expuestos al mundo y todas sus atracciones, los padres entramos en una etapa de desconfianza, y aunque nos digamos y les digamos a ellos que no es desconfianza hacia ellos sino hacia lo que hay en el mundo que los rodea, tenemos que reconocer que nos da miedo que algo del trabajo que hemos hecho falle y ellos caigan. Es difícil confiar en esta etapa, pero no imposible. En esto, la adolescencia es una gran prueba para los padres y cuidadores. Entonces, es una de las etapas de la vida en las que la comunicación y la disciplina positiva son más relevantes tanto para hijos como para padres.
Este es otro elemento clave en el éxito del manejo de la desobediencia. Si yo, el adulto, el maestro que enseña cómo es que los niños se deben portar, respondo con ira, impaciencia, gritos, o grosería, ¿qué estoy enseñando a mis hijos? Creo que la respuesta es obvia, estoy enseñando a reaccionar a lo que no me gusta o a lo que estoy en desacuerdo con mis instintos más básicos, en lugar de responder controlando esas emociones negativas. Ahora le llamamos a este proceso GESTIÓN DE LAS EMOCIONES.
Gestionar nuestras emociones en relación con la desobediencia, sería entender, aceptar y aprender a manejar lo que siento cuando mis hijos no me obedecen.
Entender porque la desobediencia de mis hijos me genera rabia, frustración, o ira, cuál es la causa de estos sentimientos, es el primer paso a tomar, porque el comportamiento desobediente de sus hijos no es la causa sino un desencadenante de esas emociones. Entender lo que siento, aceptarlo, perdonar la experiencia de origen y generar un cambio de actitud nos prepara para responder diferente la próxima vez que nuestros hijos tengan un comportamiento desobediente.
Si además, aprendo a ser empático, es decir a ponerme en sus zapatos a entender un poco las razones de su actitud desobediente frente a la situación que la genera, estoy apoyando la creación de un círculo de salud emocional que nos lleva a la reflexión, al diálogo amoroso y comprensivo, a ser más tolerantes y pacientes, y estas características permiten que surjan destrezas de comunicación positiva y herramientas para construir o fortalecer el vínculo seguro con los hijos.
Espero que estas herramientas sean una guía útil para empezar a manejar el comportamiento de sus hijos desde la luz de la comunicación y la disciplina positiva y que ésto genere un cambio que beneficie la dinámica de la familia.
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