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¡¡GRACIAS!!
Por estar presentes, por enseñarnos y ser divertidos, por darnos su tiempo sin afanes, por compartir con nosotros toda su sabiduría, por consentirnos más allá de las reglas. Pero especialmente GRACIAS por su amor incondicional.
De mis abuelos recuerdo la calma y el tiempo que, mi abuelo especialmente tenía para observarme y entenderme y por eso, hasta el día de hoy, el fue y sigue siendo la persona que mejor me conoció.
Lo que nosotros sus nietos aprendimos con ellos fue a través de la experiencia, con sus paseos, sus viajes exploratorios, sus experimentos químicos, las recetas de cocina, y más situaciones en las que brillaban por su paciencia.
Creo que ese don de la paciencia que a veces nos cuesta cuando somos padres, tal vez por llevar la responsabilidad de la crianza, de la formación de los hijos, va cambiando cuando llegamos a cierta madurez en la que empezamos a mirar nuestra historia y a pensar en un futuro sin prisa, con más tiempo dedicado a poner en práctica lo aprendido sin dejar de aprender, sin perder ese deseo de seguir nutriéndonos del mundo y deseando transmitirlo a quienes más amamos y están dispuestos, abiertos y motivados a compartir tiempo y experiencias, y quien más que los nietos.
No soy abuela todavía, pero conozco abuelos y TODOS dicen que no hay amor más grande que el que se siente por los nietos.
Nietos, que ese amor sea correspondido e incondicional en toda la extensión de la palabra, hacia estas personas maravillosas que nos entregan todo su amor sin límites.
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